El hombre no llegó a la Luna; joer, ni siquiera salió de su casa

Lo que escucharán (y vale la pena) se disfruta más con una brevísima introducción: 34 años después de la llegada a la Luna, supuesta o real, de Armstrong y Aldrin, Pedro Duque –primer astronauta español– visitó la Estación Espacial Internacional.

Un viaje al espacio no se desaprovecha en política y José María Aznar, entonces presidente de España, se comunicó con el astronauta en una conversación mucho menos trascendente que la joya de humor producida por el programa «El radiador», de la cadena de radio COPE; ellos llamaron a otro Pedro Duque con el siguiente resultado (si el reproductor no funciona, prueben este enlace llamada_a_Pedro_Duque):

 

En otro momento les contaré una historia sobre cómo viajar y no llegar a ningún lado; lo de hoy demuestra que el camino inverso es posible: de ida y vuelta al espacio sin salir de casa.

Espero que mantengan la sonrisa el resto del día y me despido con dos preguntas: ¿qué puntaje le pondrían a esta grabación?, ¿qué opinan de las bromas en radio y televisión que se burlan de la gente?

Leo

Viajar livianos es viajar

(Leer la siguiente estrofa con música del catalán Sergio Dalma)
Viajar con mucho no es viajar,
es como estar cargando todo
tú viajas con un maletín,
y a dos metros de ti
me pierdo yo el transbordo.

¡Llevá abrigo!, mirá que hace frío –le dije a mi esposa en nuestro primer viaje a Trenque Lauquen. A pesar de sus orígenes españoles, tiene tendencias nórdicas, así que me tomé el atrevimiento de insistir. Afortunadamente no hacía tanto que nos conocíamos y me hizo caso, solo llevó un par de remeras manga larga pesadas, polar, campera, pantalones abrigados y botas de gore-tex: excelente combinación para un fin de semana en que la temperatura cambió repentinamente y no bajó de 25 grados.

Antes de nuestra segunda visita, doblé bien todas mis sugerencias y las guardé en un cajón. La Señora M lo notó y me encandiló con una sonrisa mientras acomodaba musculosas y sandalias en su valijita (siempre me sorprende lo poco que lleva en los viajes, ¿será una estrategia para salir de compras cada vez que falta algo?). Ese fin de semana de primavera, las temperaturas oscilaron entre los 4 y los 7 grados y la Señora M volvió con una espléndida campera de invierno nueva.

Viajar con poco equipaje es muy fácil, solo hay que llevar lo imprescindible. Definir lo imprescindible es lo difícil y para eso ayuda considerar los siguientes cuatro aspectos:

  • Clima. Tratá de averiguar cuál es el tiempo habitual y su temperamento en tu destino (cuando visites the weather channel o el servicio meteorológico nacional, fijate en las temperaturas y precipitaciones promedio, no solo en el pronóstico para la fecha en cuestión).  Lo ideal es, además, consultar a un par de conocidos.
  • Actividades. Si vas a recibir un premio nobel, el sentido común recomienda algo formalito, pero en el resto de los casos conviene, lejos, la versatilidad. Buscá combinar los colores: dos pantalones y dos chombas tienen que producir cuatro opciones. El único pullover que lleves tiene que adaptarse a todas ellas, al igual que los zapatos. El mejor consejo: estás de viaje, aceptá que no vas a tener todo tu guardarropa disponible y disfrutá.
  • Medio de transporte. Si vas en avión, asesorate extremadamente bien sobre los límites de equipaje (sobre todo si pensás hacer vuelos en aerolíneas de bajo costo). Incluso en auto, conviene viajar liviano. Conocí a una familia española a la que le robaron el auto… ¡a metros del Vaticano! (Fue un espectáculo ver subir a un tren a cuatro personas con doce valijas).
  • Alojamiento. Según las comodidades y la seguridad que ofrezca, habrá que ajustar el equipaje. Tené en cuenta el barrio y, si vas a pasar un tiempo en un lugar “poco seguro” o con una cultura muy diferente, posiblemente te convenga comprar ropa barata ahí mismo. Lo más probable es que sigas pareciendo un extranjero, pero no un turista.

Unas sugerencias más:

  • Si vas a necesitar medicamentos, tené en cuenta los requisitos para llevarlos o comprarlos en destino. Cuanto más en regla estés, más fácil y rápido será todo.
  • Salvo en algunos casos muy específicos, no incluyas artículos de tocador, todo lo necesario se suele poder comprar en destino (de todas formas, no olvides lo básico para uno o dos días, por las dudas).
  • No dejes en casa los adaptadores eléctricos si pensás enchufar algo (y consultá el voltaje antes de hacerlo).
  • Escaneá tus documentos y prepará una forma de recuperar esas imágenes a distancia, si te los roban o los perdés, puede ser de mucha ayuda.
  • Tené en cuenta los horarios del resto de los medios de transporte cuando llegues a terminales que están lejos de la ciudad (si tu avión llegó más tarde de lo esperado y contabas con el tren, pero a la noche no funciona, un taxi puede costarte más que el pasaje aéreo).  Esa información puede ayudarte, por ejemplo, a decidir si te conviene quedarte en la ciudad en la que estás o partir inmediatamente en otro vuelo.
  • Llevá siempre abrigo, unos pañuelitos de papel (sus usos son múltiples), agua (excepto antes de embarcar en los aeropuertos) y algo para comer (aunque sea, dos barritas de cereal). En todos lados puede haber entusiastas del aire acondicionado y aprovechados que piden un sueldo por un sándwich.

¡Buen viaje!

Leo

Primer paso

Ya preparé la mochila: pasajes, documentos, algún que otro medicamento imprescindible (los años no vienen solos), algo de ropa, un buen libro y todo el dinero disponible.

Cerré las ventanas, corté el gas y la electricidad, di una última mirada a la casa antes de predisponer los ojos para el viaje y, con el mismo giro de llave que cierra la puerta, abrí el mundo.

Es curioso, ese mismo mundo estaba cerrado cuando hace media hora fui al supermercado a comprar una botella de agua mineral y un paquete de galletitas. Esa realidad me ofreció, por enésima vez, la posibilidad de conversar con alguien que viene de China (del otro lado del mundo), pero nunca lo hice, aunque me entusiasmo ante la perspectiva de viajar unas horas por mi propio país para conocer gente interesante.

Mientras camino se me ocurre que los viajes pueden ser la peor pesadilla de los nutricionistas, porque agudizan los sentidos y despiertan el apetito.

Abro el paquete de galletitas de limón y saboreo una. Tal vez la rutina sea la pesadilla del alma, porque la pone a dieta. Descubro que el mundo está siempre abierto y así, viajando, decido no esperar a viajar para vivir.

Leo